Equinoccio
en el Marzo más austral,
tras un velo
de pensares.
Jactancia de realidad,
memoria dibujada
en rostro sin espejo,
jadeo agonizante,
bajo la penumbra
que mezcla
carne y suspiro.
El peso de los pecados
de alguien, de todos,
hasta de nadie.
Podes morir
una muerte solitaria,
breve,
hasta que los cerezos florezcan,
en otro,
con otro.